Cuando dormimos descansamos y nuestro cuerpo renueva la energía gastada. Cuando soñamos procesamos todos los acontecimientos del día, consolidando nuestras experiencias y aprendizajes.
No todos los niños/as necesitan la misma cantidad de horas de sueño, y dentro de éstas diferencias, la edad es un factor importante.La observación del niño o la niña y de su estado de ánimo permitirá saber cuánto requiere dormir.
Si las horas de sueño son suficientes, el niño/a se levantará contento y con ánimo, por el contrario, la falta de sueño alterará su humor y energía.
No existe total claridad respecto al número de horas adecuadas para dormir, pero las investigaciones señalan que entre los 3 y 4 años se puede dormir una siesta de 1 hora y media aproximadamente y entre 10 y 11 horas promedio durante la noche.
Es importante tener horarios fijos de sueño, especialmente en los días de semana. Aunque esto debe adecuarse a la organización de cada hogar, a los niños/as les ayuda para tener todas las horas de descanso que necesitan y fijar rutinas básicas. Por este motivo es importante en la creación de hábitos.
Por ejemplo, luego de la comida de la noche, es la hora de ponerse pijama y hay que estar acostado a las 21:00 hrs.
Algunas sugerencias para facilitar una rutina de dormir:
Fomentar que el niño/a se calme jugando un juego tranquilo, como armar un puzzle u ordenar la pieza.
Ponerle el pijama tranquilamente.
Ir al baño y realizar en conjunto el cepillado de dientes.
Arroparlo en su cama, con algún peluche o cualquier otra cosa que le haga sentirse seguro.
Poner música suave o contarle un cuento.
Despedirse.
Si considera que su hijo/a presenta dificultades para conciliar el sueño o despertar, es recomendable que consulte con un especialista.
Cuando se van a la cama de los padres
Muchos niños o niñas que ya caminan y se despiertan en la noche, suelen irse a la cama de los padres para que los acojan y sentirse más seguros.
A veces esto genera dudas sobre qué hacer, se ha visto que:
Entre los 3 y los 4 años algunos niños/as experimentan terrores nocturnos. Se despiertan muy asustados, a veces con gritos, sudados, pálidos y con taquicardia. En ocasiones no reconocen lo que les rodea, como si no respondieran a los estímulos externos.
Es probable que se levanten de la cama y, aún así, continúen con los miedos. Al poco rato suelen dormirse de nuevo y al día siguiente no se acuerdan de lo ocurrido.
Las causas pueden ser múltiples y estar relacionadas con falta de sueño, presencia de fiebre, consumo de medicamentos, tendencias hereditarias, entre otras. Este trastorno del sueño, así como el sonambulismo y las pesadillas, se denominan “parasomnias”.
Los terrores nocturnos aparecerán esporádicamente e irán desapareciendo con el tiempo.
Es importante mantener la calma y tranquilizar al niño/a, entregándole cariño y acompañándolo hasta que se vuelva a dormir. No es recomendable preguntarle acerca de lo que le pasa mientras esté bajo los efectos del terror nocturno, ya que es probable que no conteste y retarde el proceso de volver a dormir.