Para quienes trabajamos en infancia en el ámbito de la psicología nos encontramos con constantes preguntas de parte de los adultos que crían o educan a niño/as asociadas a: “¿qué hago para que no se mueva tanto mi hijo?; se para más de una vez cuando hago la clase; ¿lo puede derivar al neurólogo?” Estas interrogantes en los últimos decenios se han multiplicado entre los padres y cada vez son más las escuelas e incluso jardines infantiles que exigen a los apoderados que evalúen a los niños por un posible Trastorno de Hiperactividad (TDAH).
A la base de estas preguntas aparece el significado del movimiento; pareciera ser que hoy en día existe un límite para moverse, que existen ciertos tipos de movimiento permitidos en una hora y un lugar determinado, mientras otros son censurados por la escuela y los padres, quienes buscan delimitar el espacio para “moverse” de los niños y niñas ya sea con cojines, colchonetas o corrales y en los Jardines con “zonas” y “momentos”. A medida que el niño/a va creciendo la expectativa de los adultos es que el niño/a se “mueva” menos, que se “discipline” y pueda estar a los 6 años (edad para entrar a primero básico) sentado por horas y atento a la profesora, lo cual se considera un sinónimo de un niño tranquilo, con capacidad de atender.
De acuerdo a lo anteriormente señalado, el movimiento es sinónimo de correr, saltar, jugar activamente y en algunos casos de inquietud e impulsividad. Sin embargo, el concepto de movimiento permite significar una diversidad de acciones que van más allá de las mencionadas y que en esta columna se intentarán desarrollar, con el fin de ampliar y comprender el sentido del movimiento.
La primera noción es que el ser humano como animal mamífero y por tanto parte de la Naturaleza y del Planeta Tierra se encuentra en constante movimiento. Dicha noción opera desde las Galaxias hasta las células. La galaxia que habitamos, la Vía Láctea, se está moviendo constantemente a causa de la atracción de los cuerpos que la componen (estrellas, planetas, nubes de gas, polvo), asimismo, existe un movimiento más amplio que hace que todo junto gire alrededor del centro del Universo. Igual fenómeno ocurre con el Sistema Solar y con el Planeta Tierra; nuestro Planeta también está en constante movimiento producto de la traslación y rotación. Todos estos movimientos han operados por miles de millones de años y aunque no sean perceptible para nuestros sentidos, existen.
En la misma línea, encontramos que de forma interna el Ser Humano se encuentra en constante movimiento, incluso desde antes de nacer. Existimos en la medida en que nuestro corazón late y la sangre circula por nuestras venas transportando el oxígeno que necesitamos para vivir. Es decir, en la medida que nuestro corazón se mantiene en el constante movimiento del palpitar podemos vivir y oxigenar a nuestras células. La respiración también cumple un rol fundamental en nuestra existencia y si bien la mayoría del tiempo no somos conscientes de sus movimientos, nos acompaña segundo a segundo, modificándose de acuerdo a nuestros cambios emocionales y al ciclo de vigilia-sueño.
La segunda noción consiste en que el movimiento es parte de la inteligencia humana, definida por el psicólogo H. Gardner como Inteligencia Cinestésico Corporal la cual consiste en la “habilidad para emplear el cuerpo en formas muy diferenciadas y hábiles, para propósitos expresivos al igual que orientados a metas”. Los primeros movimientos del ser humano son involuntarios, como se mencionó son: la respiración y la circulación sanguínea. Desde el nacimiento, evolucionamos de reflejos sencillos que involucran movimientos como el mirar y mamar, a movimientos que involucran de forma integrada a nuestro cuerpo como son gatear, caminar, saltar, manipular objetos. De acuerdo a Gardner, los mayores expositores de la Inteligencia Cinestésico Corporal son los bailarines, atletas y artesanos; en ello/as se ha desarrollado la capacidad de manejar de forma dúctil y precisa el cuerpo de acuerdo al objetivo que se busca lograr, ya sea el ejecutar una danza especializada, ganar una medalla olímpica o diseñar y construir una joya.
La tercera noción se relaciona con la anterior ya que se concibe el movimiento como uno de los hilos conductores del desarrollo. La progresión del movimiento es evolutiva, pues las conexiones corporales se van logrando a través de estadios progresivos, es decir, en la medida que logre la primera conexión (la respiración), puede pasar a la segunda (conexión centro-extremidades) y así sucesivamente, para luego adquirir una integración que permita a la persona moverse en el mundo de forma armónica y propositiva al contexto. De acuerdo a Jean Le Boulch (profesor Ed. Física, medico, kinesiólogo) “La noción de cuerpo, la organización y coordinación de movimientos sirven como un eje orientador en la vida y como una base de sustentación para los aprendizajes que el niño y la niña tiene que ir incorporando en sus primeros años de vida”.
El ampliar los sentidos y el rol que le damos al movimiento en nuestras vidas nos permite comprender el movimiento de los niños y niñas desde una mirada integral, es decir, que la persona es un todo donde el movimiento, pensamientos, conductas y emociones se viven de forma interconectada, sin esperar que algunas de éstas capacidades puedan ser anuladas. La invitación es a comenzar a relacionarnos con el movimiento intencionando que éste sea consiente y por tanto manejado a nuestra voluntad, de acuerdo a la edad y a las condiciones físicas y mentales de cada persona, niño o niña
Lo anterior, nos permitirá distanciarnos de la exigencia social del cuerpo disciplinado, la cual se basa en la incomprensión y la patologización del movimiento como sinónimo de hiperactividad. Dicha exigencia social nos ha llevado a instalar cada vez más formas de control y anulación que nos disocian de nuestro cuerpo, que nos distancian de los registros que en nuestros cuerpos se albergan, que nos atrofian disminuyendo nuestra capacidad creativa y que en muchas ocasiones nos enferman.
Finalmente, compartir que es el movimiento conectado e integrado en nuestra relación con el medio, junto con el movimiento que permite comunicarse como canal de expresión el que nos llevará a comprender y manejar nuestro cuerpo en equilibrio con nuestra mente.